Visita inesperada

- Virilo, la maleta la tengo lista, sólo esperaba a que llegaras del conuco. Recuerda que el carro viene a buscarnos temprano en la mañana.

- Carolina, lo mío es poca cosa, debes dejar espacio en la maleta para colocar mi ropa también.

Aquel hombre y su mujer esperaban con entusiasmo el momento de abordar el carro que los conduciría a la capital, a donde esperaban llegar de sorpresa a visitar a unos amigos de infancia.

- Qué hora es. ?

- Deben ser la cinco y media, el gallo ha cantado varias veces seguidas.

- A qué hora dijo el chofer que vendría. ?

- A las siete y media.

- Voy a juntar la candela para colar café, o quieres que te haga un poco de jengibre. ?

- Es mejor un poco de jengibre, pués la mañana se siente muy fresca.

El tiempo transcurrió de prisa.

- Mira, creo que allí viene el carro, le expliqué al chofer que queríamos llegar antes de las doce, porque comeríamos allá y no queríamos llegar a una hora inoportuna.

- Lo de la hora inoportuna no importa, ! Juanito y su mujer son gente de vida holgada. ! no ves que viven en la capital. ?

- Es verdad mujer.

Efectivamente era el carro que esperaban Virilo y Carolina, lo abordaron ocupando el asiento delantero junto al chofer, mientras en el asiento trasero, iban como pasajeros otras personas, los cuales se entretenían charlando.

- Llegaremos a tiempo a la capital, Virilo. ?

El chofer se adelantó y contestó:

- Antes de las doce y media estaremos allá doñita, así que no se apure y vaya tranquila, que ese moro se lo come usted.

Mientras esto sucedía en el camino a la capital, en la casa de Juanito y Luisa se escuchaba decir:

- Luisa, espérame un ratito, vuelvo seguida, anoche le solicité un fiao a Miguel, el pulpero, y me dijo que me contestaría hoy en la mañana.

- Ojalá lo consigas, ya no aguanto más, estoy muy débil  y me parece a cada instante que me voy a caer.

Juanito volvió al rato y...

- Qué te dijo Miguel. ?

- Me dijo que el negocio no soporta más crédito, pero en cambio me regaló un peso de su bolsillo.

- Entonces, compraré la comida para que Armandito coma; el niño no me deja tranquila diciéndome que tiene hambre.

Efectivamente, a Luisa le preocupaba su pequeño hijo, el cual con apenas siete años de edad, no comprendía la precaria situación económica de sus padres y cuando sentía hambre, lo primero que hacía era pedir de comer a su madre.

- Juanito, la comida estará para después de las doce.

- Y qué estás cocinando, Luisa. ?

- Plátanos con espaguettis; lo que quedó del peso fueron tres centavos, pués tuve que comprar cuaba, carbón, aceite, ajo, cebolla, salsa, plátanos y los espaguettis, aquí había poca cosa.

Las horas fueron pasando y como de costumbre, la sirena del cuartel de bomberos, se dejó escuchar al medio día, justo cuando frente a la casa donde vivían Juanito y su mujer, la bocina de un carro sonaba con insistencia.

- Luisa, hay un carro frente a la puerta, mira a ver quién es que llega.
La mujer se paró de la silla y al asomarse a la puerta no pudo contener un gesto de asombro.

- Oh, cuanto tiempo...,  corre Juanito, ven a ver quienes están aquí.

- Oh, pero si son Virilo y Carolina. !

El hombre y la mujer se desmontaron del auto y después de darse un caluroso saludo, Virilo tomó la maleta y penetraron a la casa.

- Pero dime Virilo... y esa sorpresa.?

- Fué idea de Carolina, tanto tiempo sin verlos, decidimos venir, darles la sorpresa y pasar un par de días con ustedes.

Juanito y Luisa se miraron, una preocupación se apoderó de ambos, pensaron en la situación económica por la que atravesaban desde que Juanito había perdido su empleo; además habían pasado los dos últimos días de ayuno involuntario y anticipaban que ese día tampoco probarían bocado alguno, ya que debían dar de comer a la visita.

Luisa fué la primera en hablar.

- Que bueno que han llegado, acérquense a la mesa, que todavía hay comida suficiente.

- Bueno, dice el refrán, que más vale llegar a tiempo que ser invitado.

- Así es Carolina.

Después de haber comido y justo en el momento en que los visitantes se paraban de la mesa, Armandito entró por la puerta del patio, en donde se encontraba jugando y con frase sorprendente dijo:

- Mamá, tengo hambre, sírveme mi comida,  que no me diste desayuno hoy.

Mientras esto pasaba dentro de la casa, desde afuera se escuchaba la voz de la vecina que llamaba insistentemente a Luisa.

- Luisa, vecina huya, vecina corra, vengan que los buscan.

Efectivamente, un vehículo se había estacionado frente a la casa y sus ocupantes preguntaban por Luisa y Juanito.

- Son ustedes Luisa y Juanito ?

- Si, seguro, somos nosotros.

Les queremos entregar los premios con los cuales han sido agraciados en la rifa de fín de mes del almacén de abastos El municipal, estos premios, consisten de un lote de productos comestibles, para una familia de seis personas, para el consumo de un mes y una vajilla completa para seis personas.

- Juanito, no lo puedo creer, no puedo creer que estos regalos sean para nosotros. Dios si es grande, siempre protege a sus hijos.

A insistencia de Luisa y Juanito, sus amigos Carolina y Virilo extendieron su visita por una semana adicional, la cual compartieron alegremente.


*  Visita inesperada, originalmente publicado bajo el título El Hambre, el Sábado 12 de Octubre de 1968, en el periódico El Caribe de Santo Domingo, D. N., República Dominicana.

** Visita inesperada, ha sido editado y revisado por el autor en el año 2011, haciéndole algunas modificaciones de forma.