Don
Secundino acababa de encender la radio para escuchar el sorteo,
esto lo hacía todos los domingos, con la esperanza de ver agraciado
con el gordo, su número abonado el 9,342.
Todo fué normal durante la primera hora del sorteo, en que todos los billetes ganadores hasta ese momento eran de diez pesos.
Don Secundino, pese a su caracter sereno, se encontraba ya un poco impaciente, pués faltaba poco para finalizar el sorteo y su número abonado, aún no habia salido agraciado, aunque le quedaba la esperanza mayor, la de sacarse el primer premio y poder comprar para su mujer la casita que tanto le había prometido. Su impaciencia, más que otra cosa, se debía a que hacía varios meses que no acertaba siquiera a uno de los premios de consolación de diez pesos.
* El Premio Mayor,
fué escrito en el Invierno de 1967 y publicado el Sábado 18 de Enero
de 1969, en el periódico El Caribe de Santo Domingo, D. N.,
República Dominicana.
Aquel
señor no permitía que nadie, ni siquiera su mujer, le hablara
durante la celebración del sorteo, pués le gustaba prestar esmerada
atención a la relación de premios que era transmitida por la
emisora local en horas de la mañana.
Ese domingo, su mujer le había preparado un jugo de frutas y lo había colocado sobre la mesa, al lado de sus cigarros y cenicero.
El
sorteo comenzó a la hora acostumbrada y don Secundino al tiempo
que escuchaba la relación de premios, no apartaba la vista de su
planilla de billetes.
Todo fué normal durante la primera hora del sorteo, en que todos los billetes ganadores hasta ese momento eran de diez pesos.
Don Secundino, pese a su caracter sereno, se encontraba ya un poco impaciente, pués faltaba poco para finalizar el sorteo y su número abonado, aún no habia salido agraciado, aunque le quedaba la esperanza mayor, la de sacarse el primer premio y poder comprar para su mujer la casita que tanto le había prometido. Su impaciencia, más que otra cosa, se debía a que hacía varios meses que no acertaba siquiera a uno de los premios de consolación de diez pesos.
El
sorteo continuaba, una voz femenina se oía por la radio decir los
números de los billetes agraciados, mientras la de un hombre
anunciaba el monto de los premios:
870... diez pesos. 3,841... diez pesos. 9,031... diez pesos. 349... diez pesos. 871... diez pesos.
Fumaba
don Secundino su cigarro, cuando el sorteo fué interrumpido para
dar la noticia que un caso único había ocurrido, apenas faltaban
diez premios y el grande aún no había salido.
La impaciencia de aquel señor era tal que se había parado de su silla y daba paseitos alrededor de la mesa.
Las voces de la radio se dejaron escuchar de nuevo....... 13,942... diez pesos. 2,348... diez pesos. 5,321...diez pesos.
El
sorteo fué de nuevo detenido faltando solo tres premios, esta vez
fué el propio director de la Lotería Nacional quien se dirigió a
la teleaudiencia, haciéndose la interrogante de cual de los
bolos que faltaban por salir sería el del premio mayor, al tiempo
que deseaba todo género de suerte a aquellas personas cuyos
números aún se encontraban dentro del globo.
Al
continuar el sorteo, la primera bola fué cantada con el número
9,342 que era precisamente el que don Secundino esperaba, un gesto
de alegría se dibujó en su cara, ya algo ajada por los años, pero
esta alegría duró poco tiempo, pués su cuerpo fué sacudido de
repente cuando la radio, luego de una ligera pausa decía..... diez
pesos.
Al sepelio de aquel hombre, efectuado al día siguiente, fué enviada una corona de flores a nombre de la Lotería Nacional.